Shalimar de Guerlain para sentirme la mujer más atractiva del mundo

Guerlain vuelve a sorprendernos con la reedición de uno de sus perfumes más míticos, Shalimar en una apuesta por las mujeres que no hemos vivido la época dorada de esta esencia. Este es un aroma que nadie debe perderse porque es parte de la historia de todas nosotras, de los recuerdos de nuestras madres y abuelas, de la femineidad en definitiva…a la que no podemos darle la espalda.

Shalimar se lanzó en 1925, aunque fue creado cinco años antes por Jacques Guerlain, que la lanzó en un preestreno en Estados Unidos, en concreto a bordo del trasatlántico Normandie, durante la travesía de Raymond Guerlain acompañado por su esposa a Nueva York. Madame Guerlain, que estaba probando la fragancia, causó sensación. Todas las miradas masculinas se volvían a su paso y todas las mujeres se preguntaban cómo conseguirlo. Incluso la orquesta del buque contribuyó a este arrebato componiendo una canción titulada… Shalimar.
¿Os imagináis el revuelo? Seguramente debió de ser todo un placer para esta mujer que consiguió conquistar a hombres y mujeres, por un igual, con solo dos gotas de perfume. El entusiasmo que despertó entonces sigue hoy intacto. Objeto de leyenda, Shalimar es una aventura constantemente renovada. Tan profundo y seductor como el primer día, es el arquetipo absoluto del perfume que sólo destila sus secretos a las que aceptan perderse en él…

Como un homenaje a aquella mujer, nace Shalimar Parfum Inicial cuando Thierry Wasser, perfumista de la Casa Guerlain, decide crear una esencia actual a partir de las notas clásicas. Una idea que le fue inspirada por su joven sobrina, algo intimidada por la obra maestra histórica pero que le fascinaba, que le pidió un día que compusiera “un Shalimar sólo para ella”. Está claro que detrás de cada hombre siempre hay una mujer que lo motiva a superarse..y este es uno de esos casos. ¿No creéis?

Thierry Wasser pensó en la petición como en un auténtico reto; se trataba de hacer evolucionar el perfume en el tiempo, sin desnaturalizarlo, 85 años después de su creación, y conservar esa alquimia que lo hace tan deseable... Era preciso aclarar sin renegar, transponer sin traicionar. Imaginar el futuro honrando el pasado. Y Thierre Wasser lo consiguió con un perfume, depurado, trabajado en torno a cuatro materias muy apreciadas por los creadores de Guerlain: la rosa Centifolia del mes de mayo, intacta en su primer albor, el lirio de Italia, presente hasta el exceso, empolvado, mate, chic, y de infinita suavidad, la vainilla suave, casi carnal, por no decir afrodisíaca (Jacques Guerlain decía que convertía a Shalimar en el equivalente de un “vestido insolentemente escotado”) y el haba tonka, indisociable de la famosísima “Guerlinade”,  a la que aporta su sabor de especia y almendra, ese no-sé-qué irresistiblemente apetitoso.

Tiene también bergamota de Calabria, que aporta el frescor; hediona, indispensable molécula de nuestra época, que atraviesa la fragancia de lado a lado cual llama que penetra la oscuridad. Tras el frescor del preludio, ligeros efluvios de caramelo y de fruta confitada sostienen, con el pachulí, a la vainilla en sustitución de los acentos de cuero originales...

Y tras la alquimia perfecta, la imagen para Shalimar Parfum Inicial no podría ser mejor que Natalia Vodianova, fotografiada por Paolo Roversi con el frescor de una crisálida, la pureza de una nueva Eva, con el cuerpo tan simplemente al natural como un recién nacido. Inocencia y seducción: el cóctel es explosivo pero la elegancia prevalece, justificando el desnudo por la delicadeza de una belleza solar, de una cabellera majestuosa.

Y por último…el pakaging. Si el primer recipiente de Shalimar se realizó en cristal de Baccarat con el diseño de Raymond Guerlain quien se inspiró en una cesta de frutas mogola, como las plasmadas en los mármoles de los palacios hindúes. El frasco de Shalimar Pargum Inicial ha conservado todos los códigos: sus líneas abiertas, tapón de color zafiro, banda de seda. La “borla”, ahora de color gris azulado, flota al viento cual pluma de cisne, más ligera que un soplo. Y por último el color del perfume se convierte en suavidad empolvada, caricia, confidencia, símbolo de los secretos que conservamos en un rincón de nuestra habitación, sólo para nosotros, como el osito de peluche de nuestra infancia.

Todo un lujo…